– Es la única forma amigo – respondió.
Y estoy seguro de ello, hoy más que nunca. Es un camino duro, lo ha sido y sin duda lo será, pero es uno inexplorado, lleno de sorpresas, con ríos y vertientes que jamás esperamos ver pero que hemos cruzado valientemente esperando llegar un día a su desembocadura. Bien pudimos dejar esta fantasía como tal, pero hay demasiada vida (y muerte) en el arte guatemalteco para dejarlo rezagado.
Tenía razón Sevigny, la mejor forma fue hacerlo por nuestra cuenta. El muy astuto no nos advirtió de lo difícil que sería. Pero tampoco la gran satisfacción que conlleva. Pudimos ir por el camino asfaltado que tuvimos frente cada uno de nosotros, pero no, rebeldes, anarquistas como diría una amiga por ahí, optamos por un sendero oscuro. Optamos por arrancar la maleza, por marcar el camino caminándolo, por mover piedras, por crear fuego de piedras mojadas y con mugre en las uñas limpiar un valle más amplio y hermoso que cualquier carretera al que nos pudimos a ver unido.
Es aun un bosque oscuro, una selva profunda, pero la vista es sin igual. Nos queda aun plantas que arrancar, terreno por atravesar y así, sembrar profundo nuestra mala hierba.
Comentarios: 0