Cobran vidas las letras de Julio Cortázar. Bueno, qué más viva podría estar la literatura si no fuese gracias a lo escrito por el gaucho. Podemos al menos fingir que sus benditos personajes existen fuera de la vívida realidad de nuestra imaginación. Veamos por un momento a Horacio Oliveira y a la Maga en carne propia, caminando por la sexta avenida como si fuese un parque parisino, o a Irene corriendo despavorida hacia la calle; pues esta vez es Roberto Michel quien con cámara en mano busca a su próximo objetivo.
Basado en Las babas del diablo, cuento de Julio Cortázar de su libro Las armas secretas, sin embargo, diferente en gran distancia del relato del argentino, sin embargo, ambas dignas de explorar. La obra de Julio sigue al fotógrafo Roberto y cómo este, curioso por una escena entre una rubia hablando con un joven, cuando el protagonista empieza a retratarlos la muchacha se molesta y le da tiempo al chico de escapar. La mujer le pide que le entregue el rolo de fotos pero este se niega, amenazado por un tercer personaje que entraba a escena el fotógrafo se retira. Unos días después amplía la escena en su estudio para estudiarla, entonces el cuadro cobra vida y entiende que su leve intercepción salvó al joven.
Por otro lado la historia de Blowup sigue los días de un fotógrafo también, Thomas, uno muy diferente al Michel de Julio. En la obra de Antonioni es presentado como un despiadado gurú de la moda, un respetado – quizás sobrevalorado – artista dentro de la escena visual. Es más frío y pícaro, lejos del introvertido protagonista de Cortázar. Si bien similar por las actitudes y ciertos detalles, Blowup y Las babas del diablo son muy diferentes entre sí, sin embargo, se siente la influencia de la primera en la cinta del italiano.
Thomas durante el primer día de la narrativa de la cinta maneja sus diferentes responsabilidades, recibe – e intimida – modelos en su estudio, va de compras a una tienda de antigüedades hasta que termina vagando hasta llegar a un parque local donde hipnotizado por una mujer (Jane) con su posible amante este empieza a seguirlos y también a retratarlos. Ella furiosa al descubrir al fotógrafo acechándolos lo confronta, sin embargo, así como el protagonista de Julio, este escapa. Durante el revelado del carrete tomas el inmiscuido fotógrafo encuentra a un posible asesino en el encuadre y unas fotos después, a un posible cadáver.
Si bien, difiere a las letras de Julio pues es más bien un rastro a lo que pudo el escritor haber soñado, sin embargo, el director italiano si captura con elocuencia lo inerte del cuento, lo vacío y silencioso de la atmósfera que fue escrita por Cortázar. Es, sin embargo, un mundo con personajes más hostiles y aprensivos. A pesar de ser un vago recuerdo de Las babas del diablo mantiene en vigencia la pesadez del cuento, la sensación de haber dormido dentro de él, aportando además el conjuro del toque de Antonioni, resultando en una cinta intensa, a veces con trazos narrativos innecesarios, pero igual de poderoso como la obra del argentino.
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