Lesen oder Lesen
Así de simple, se lee o se lee y que bueno. Esa es una de las cosas que luego de la seguridad, más me ha gustado en Alemania. La gente va en el bus, en el tren, espera en las paradas o en los cafés con un libro en la mano. Y no lo llevan de adorno como muchas veces ví, a muchas amigas por cierto, en Guatemala. Leen porque es una costumbre, un hábito maravilloso que han logrado cimentar en las escuelas y que algo tendrá que ver con el orden, la tranquilidad y claro la prosperidad del país. No digo que leer cambie la vida, tampoco he visto autores que personalmente me deslumbran en las manos de los alemanes, en realidad y lo digo sin prejuicios, lo que más leen son best sellers o libros técnicos. Pero me maravilla ver niños de apenas 10 años aprovechando el tiempo de viaje sumidos en la lectura. Me encanta, como en otros países de América del Sur, encontrarme un kiosko cada cierto trecho en donde libros, revistas, periódicos y comics se exhiben y son hojeados además por personas de todas las edades. Y es que para algo existen los libros, aunque algunos crean que son un lindo elemento ornamental.
Lo cierto del caso es que leer además de ser un hábito es una cuestión cultural. No he visto en más de un año un solo latino o personas del medio oriente perdidos entre letras cuando van de camino. Y no lo digo con tono despectivo, porque me maraville todo por acá, que nada que ver, sino como una observación premeditada que me toma buses o trenes de más, cafecitos innecesarios y visitas constantes a ventas de libros y magazines.
Yo comprendo que nuestro sistema educativo va en decadencia, que los libros son un producto de lujo y que en Guate además no vale distraerse en el bus porque se pierde hasta la paginación del libro si es posible.
Por eso, más que critica, aunque sí, por la inexistencia o por el poco hábito de lectura, es un llamado a quienes me leen -ojala- para pensar cómo hacer para que en Guatemala los libros paguen menos impuestos. Que les pasen esos tributos a las bebidas alcohólicas por ejemplo o a los cigarros. Que los cementeros, los vendedores de pollo frito y otros emporios dejen de ser exentos de tributar. Quizá sería una solución.
Que distribuyan adecuadamente el presupuesto entre el Ministerio de Cultura y el de Deportes, para que se puedan editar libros a bajo costo y por supuesto que alguien retome la Tipografía Nacional con la misma lucidez de Ana María Rodas y Enrique Noriega.
Son opciones, válidas creo yo. Claro que habría que modificar el pensum de estudios en la primaria y secundaria, por supuesto incluir en las cátedras universitarias más lecturas y además y esto es importantísimo valorar más a las y los escritores guatemaltecos, promover sus obras, premiar sus esfuerzos de forma digna y realizar una campaña de sensibilización que mueva a leer.
Algunos dirán, que con todos los problemas que se viven en Guatemala: violencia, desnutrición, corrupción, pobreza y demás, esto es absurdo.
Tal vez, pero yo creo que quien lee, quien sabe más, se deja pisotear menos, ambiciona más –en el buen sentido claro- y rompe barreras.
Claro que esto es un sueño, algo que imagino cada vez que con envidia –de la buena- veo a esos niños, a las mujeres, a los ancianos abstraídos por las historias que los libros les narran. Aunque, quién quita, quizá, a lo mejor, acaso, tal vez mi hija –la cual espero ame leer- pueda ver este panorama sajón en los parajes chapines.
Claudia Navas Dangel
www.claudianavas.blogspot.com
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