Drake cometió suicidio comercial al ser un compositor plano, con canciones minimalistas, sin coros ni puentes, era más bien escuchar un poeta cantando. Si bien presentaba encantadores composiciones, parecían insípidas en la época que el folk ya no solo era un cantante y guitarra. Si sus primeros dos discos eran simples, el último, Pink Moon era una pintura sobre un lienzo blanco a base de un solo color. Sin embargo, esa simpleza e intimidad son las riquezas de sus obras.
El disco abre con la canción que le da nombre al disco, a base de guitarra, voz y piano que, sorprendentemente es el corte más cargado del álbum. Jovial y fresco Pink Moon nos invita a un tierno viaje que durara poco más de media hora, a una montaña rusa de emociones y matices musicales. Como tomar té con el autor, Place to be es otra sonrisa en el viaje, una linda plática para un domingo lluvioso. Road se asoma más misterioso y pícaro que sus primeros dos hermanos, con dos minutos exactos la voz de Nick hace eco al fraseo de su guitarra, si bien simple, cargado con detalles, un pequeño retrato impresionista.
Which will es un pequeño rezo otoñal, amanece poco a poco, tímido hasta que caminamos junto al cantante al atardecer que luego nos lleva al limbo de Horn, el primer corte instrumental del disco, uno misterioso y sin mayor expresión. Para salir del silencio, el autor luego nos recita e hipnotiza con la canción más larga del disco Things behind the sun, un intenso canto tribal, engañoso, mentiroso, si te descuidas te enamorará, sino, siempre puede traicionarte; hará ambas.
Con cautela llegamos hasta Know, un rezo peligroso, no dice mucho, revela menos aún, pero es siempre vertiginoso. Parasite, como Things, es otra de esas “casi-canciones”, con una estructura más elaborada y versos extensos de este poema cantado a lo William Blake. Ride es otro tango entre voz y guitarra muy a lo Road de donde narra a partir de la melodía escupiendo sílabas de su narrativa casi haiku, muy parecido al soneto de Harvest breed. Finalmente, el cierre del telón es con un encantador amanecer como lo es From the morning, que, cual madrugada, poco a poco va revelando los detalles del paisaje a través de su hilo de luz.
Si bien los otros dos discos de Nick son más elaborados, con pianos, trompetas, saxofones, violines, baterías y demás, Pink Moon mantiene su perfección a base de sutileza. El disco fue grabado durante dos noches en 1971 cuando el productor John Wood le preguntó a Nick sobre qué arreglos quería “no quiero nada, el disco está terminado” sentenció y lo estaba, no necesita nada más.
La vida de Nick permanece como un misterio, este disco es uno de ellos: simple, minimalista pero encantador y seductor presentan al compositor como una primavera dentro de la escena folk, callado, tímido pero siempre impredecible. Cantantes contemporáneos como Alexi Murdoch, Samamidon y José González replicarían la fórmula a base de jirones musicales en sus composiciones, a veces una guitarra y voz son la orquesta perfecta, cualquier lujo es prescindible.
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