Alejandro García
Hemos gozado de la mística de John Coltrane, de estos dedos mágicos que supieron seducir como nadie el cuerpo femenino del saxofón. El “tren” Coltrane es uno de los talentos más sobresalientes del jazz, un virtuoso de esa élite junto a Duke Ellington, Charlie Parker, Louis Armstrong y Miles Davis. Pero por muy creativo que haya sido John, el saxofonista debe mucho a los fieles escuderos que los respaldaron por años, uno de ellos, el pianista McCoy Tynner.
La habilidad hipnótica de Tynner la podemos escuchar en bellezas como My favourite things (1961) y A love supreme (1965); así como discos en vivo como Live at Birdland (1963) y hasta el inigualable dueto de Coltrane y el tenor Johnny Hartman. Sin embargo, esta figura reconocible por 40 años de la discografía del saxofonista, goza de un repertorio propio igual de sobresaliente e importante en los cimientos del género.
El disco con el que se estrenó Tynner en 1962 es el magnífico Inception. Entonces, el pianista ya había aportado a otros como Curtis Fuller, Benny Golson y el mismo Coltrane. Con poco más de media hora, Tyner junto al bajista Art Davis (Coltrane, Gillespie) y el baterista Elvin Jones (Coltrane, Coleman) firmaron un insuperable debut solista.
El material de estos “calientabancas de Coltrane” es sin duda liderado por McCoy. Sus dedos frenéticos cual ferrocarril pasan descarrillados sobre el marfil de su piano, incluso en las baladas. Mientras la mano izquierda de Tynner pinta un bello cuadro minimalista, la derecha no escatima en detalles para hacer pinceladas entre los acordes. A través de estas composiciones podemos ver la espontaneidad y brillante ejecución del pianista, lejos de estar inhibido detrás de Coltrane.
Inception arranca con la canción que le da nombre al disco, un viaje electrizante de un maniático compositor. There is no greater love es una de esas tiernas composiciones, íntimas, pero que también desbordan la agilidad táctil de McCoy. Blues for Gwen es otro encantador corte, elegante y seductor donde el trío caza como un viejo reloj de cuerda, esta canción incluso mantiene un riff central que actúa como falso coro entre el inquieto fraseo del pianista.
El descanso viene con Sunset, el momento más romántico del disco. Un largo parpadeo, suave y sutil, un soñoliento suspiro en jazz. Para amanecer pasamos a saludar a Effendi, una intensa plática con entre Tynner y Davis, – no se peleen – suplica el baterista, pero también el mismo Jones calla al resto con su epilepsia marcial. El mágico trípode se despide en Speak Low, otra de esas explosiones sonoras que nos saca del riel y nos despiertan del sueño de Inception.
Tynner continuó haciendo música por los siguientes 50 años, solo, bien y mal acompañado también. Incluso acompañó a John Coltrane hasta que murió en el 67, sin embargo, la técnica, escuela, ejecución, frenetismo y desempeño de McCoy prueba tener mérito propio. Después de conocer del pianista del “tren” nos quedamos preguntando ¿Duke Ellington? ¿Y ese quién es?
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