La situación política de Guatemala es escandalosa. El ciudadano guatemalteco no confía en su gobierno. Frases como “el Estado es corrupto”, “los gobernantes solo roban”, “los políticos son unos ladrones” son comunes en la boca de nuestros compatriotas, y han sido pronunciadas a lo largo de la historia del país. Desafortunadamente, no hay confianza en el sistema de Gobierno.
Como todo ciudadano, Aristóteles se preocupó hace más de veinte siglos por la estructura política, y como buen filósofo, ahondó sobre ella, procurando encontrar un sistema de gobierno que fuera de sumo beneficio para el hombre de su época. En su libro La Política, Aristóteles examina los distintos sistemas de gobierno: la Monarquía, la cual consiste en que una persona se encuentra al poder; la Democracia, que consiste en un gobierno de varios dirigentes; y la Aristocracia, que es el gobierno de un grupo selecto. Pero puede darse una degeneración de estos tres sistemas cuando no buscan el bien común sino la comodidad de los gobernantes. Respectivamente, la Tiranía, la Demagogia y la Oligarquía. Así, en La Política, Aristóteles propuso que el mejor sistema de gobierno es la aristocracia. Incluso, llegó a llamarla el “Gobierno perfecto”. Desde su perspectiva, esta consiste en que el Estado es gobernado por un grupo de personas de cualidades encomiables, capaces de dirigir al resto de la población y procurar el bienestar para todos. Estos individuos son los que Aristóteles denomina “virtuosos”.
Transportándonos a la época actual, en la que una sociedad de múltiples características convive con elementos de varias culturas, hablar de aristocracia aristotélica es una utopía. Aristóteles consentía este sistema como la forma de perfección del gobierno, en el cual, con los ciudadanos virtuosos gobernando, era muy difícil que estos cayeran en las seducciones del poder, puesto que su virtud suponía el sobrepasar dichos obstáculos para lograr el bien común. Pero, un problema que Aristóteles combatió en su tiempo, y hoy en día sería más difícil definir, es ¿Quiénes son los ciudadanos virtuosos?
Actualmente, hablar de virtud es algo común, sin embargo, parece un tema ajeno al ámbito político. Los organismos de poder están siendo gobernados por grupos de empresarios que tienen la capacidad económica para poner a su servicio los beneficios del Estado, siendo elegidas como autoridades públicas por influencias y, muchas veces, de forma corrupta. Podemos vislumbrar aquí una aristocracia. El problema es que, a diferencia del sueño aristotélico del ciudadano virtuoso gobernando, los individuos que tienen el poder parecen carecer de ella. Profundizando, nos percatamos que el sistema se vuelve una oligarquía.
El problema actual de nuestro gobierno es que las autoridades al poder ejercen el mandato sobre la población dominándola, infundiéndoles ideologías de miedo y aprovechándose de su autoridad para mantener esos puestos. ¿Es, entonces, posible la aristocracia en la Guatemala del siglo XXI? La situación del país no lo permite ya que la influencia de grupos minoritarios es ingente. Su capacidad económica les permite procurar sus beneficios a costa de la población. No es raro que en cada campaña electoral los mismos candidatos intenten llegar al poder, año tras año, con propaganda opulenta que atosiga a la población.
¿Entonces, cuál es la solución? Esta es la interrogante de todos los ciudadanos, y la pregunta que intelectuales del pasado, como Aristóteles lo hizo en su tiempo, se han estado preguntando. No es cuestión de cruzar las manos y esperar un mesías para salvar el pueblo, es cuestión de construir un sistema político capaz de conllevar las necesidades contemporáneas de la población y procurar el bien común.
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