Los poemas
Rodolfo Arévalo
Se empezó a recordar el tremendo lío sobre la cuestión poética que desató la inauguración del monumento a la marimba de Galeotti Torres, debido al poema que se designó para acompañarlo. Corrían los años finales de la década de los 70, (1977, 1978) hacía ya diez años que el periodista Clemente Marroquín Rojas había sido vicepresidente de la República por el desaparecido Partido Revolucionario, también hacia diez años de los primeros combatientes de una guerra que terminaría con casi 40 años de violencia y delitos de lesa humanidad, y también se cumplían diez años de que un guatemalteco, Miguel Ángel Asturias, recibiera el premio Nobel de Literatura… y todo esto pesaba en cada escritor que se pronunciaba, a favor, o en contra del poeta escogido… Rudy Solares Gálvez.
Don Clemente lo resume así en su diario “La Hora”, del 21 de octubre de 1977: “Sigo afirmando que el grupo vapuleado por Julio Fausto Aguilera no estuvo a la altura de una recia polémica, confirmando con esto la tremenda acusación de mediocridad…”
El experimentado periodista con esto azuzaba más la contienda y sinceramente se quejaba de que se hubiera buscado soslayar la discusión sobre un tema interesante, decidir, y decir por qué, entre un buen poema y otro, no “tan bueno”. Don Clemente escribió: “… no participo de la idea de que hay poetas “supremos” ( el entrecomillado es suyo) y de “calidad” ni los hay “mediocres”; porque creo que todo poeta tiene momentos de notable inspiración y una llanura a la par de absoluta mediocridad: cada poeta da lo que puede.”
Casi nada se pude agregar a este señalamiento, ningún poeta se salva de esta “llanura” de insondable inspiración. Incluso podemos añadir que un mismo poeta es sentido en relación con nuestro estado de ánimo y a veces parece mejor que otras… igual, pero pasa con los poemas y este era el punto de Julio Fausto Aguilera. Él creía que el poema de Solares Gálvez no se sostenía.
Regresemos a la historia. El problema llegó a su punto más álgido cuando el mismo escultor, Rodolfo Galeotti Torres, hacedor de estatuas, frontispicios, bajo relieves en donde hace homenaje de los héroes caídos de la resistencia indígena, Atanasio Tzul, de Manuel Tot, de Juan Batalbatz, incluido el héroe mítico Tecún Uman y ahora también la marimba, escogía el poema, que unos creían, habitaba la “llanura” clementina.
El Maestro Galeotti Torres aducía que el otro poema presentado, de Francisco Pinillos Figueroa, era “negativo” y “triste, triste”. La escogencia la hizo el Maestro Galeotti mencionando este poema en específico, hubo otros autores mencionados, pero él criticó este. Añade: “¡Oh, que horror! (el poema era) un surtido tan grande y abundante de negatividades y lágrimas (que) no se puede hallar ni en el más excelente supermercado de desgracias y tristezas. Viendo las cosas así, da miedo ser guatemalteco y asusta hablar de la marimba. Por poco no somos más que tristeza…”
Bueno, para comentar y discurrir cómo nos hemos visto, el libro citado, hecho sobre todo aquel acontecimiento es un buen ejemplo, revelador (más de sesenta escritores) y nos pone al tanto de una Guatemala para pensarla. No es para menos, pero dejemos para más tarde las conjeturas, leamos los poemas y dispongamos nosotros también de nuestra opinión.
El poema de Rudy Solares Gálvez:
La Marimba
-Texto definitivo de su autor-
Cimbra, Marimba, tu canto
melodías de cristal,
y tiembla la cordillera
cuando clama tu madera
de sonoro instrumental.
Marimba: tu arpegio de oro
es un gemido canoro,
es un tierno madrigal,
júbilo y melancolía
que al desgranar poesía
se vuelve épico y triunfal.
Me han dicho que te labraron
en lejano astilleros;
que extrañas manos tallaron
tu linaje, en los linderos
de Honduras o Yucatán;
pero no, eso es mentira,
ni eres hija de Lempira
ni gloria de Yucatán.
Tu numen es de mi tierra,
Raíz maya, vos mengala,
“hormigo” de Guatemala
que sembró Tecún Umán.
Por eso, la raza entera
tanto te admira y te adora,
y el que está lejos añora
tu armonía de turpial.
Porque eres Marimba-lira;
pauta en que canta y suspira
la leyenda del Quetzal.
El poema de Francisco Pinillos Figueroa.
La Marimba
-Dedicado a los hermanos Hurtado-
Lentamente,
lentamente cual si fuera
una gota que cayera
desde el mármol de la taza de una
fuente,
tal preludia la marimba una extraña
sinfonía
saturada de amargura y de cruel
melancolía.
Yo no sé que obscuro arcano
de tristeza hay en lo hondo
de esa música salvaje, que palpita
allá en el fondo
de sus notas, como queja
dolorosa,
como un gemido humano,
como algo que solloza,
como un dolor latente
como algo inexplicable,
infinitamente triste…
Es el alma de una raza, de una raza
que no existe,
de una raza ya extinguida, libre,
indómita y valiente…
Es el alma de Votán
de Atlacatl y de Lempira
que en la música suspira,
es el alma de los indios que mandó
Tecún Umán,
siempre, siempre a la victoria,
siempre al triunfo y a la gloria
es el alma brava y fuerte
de aquel fiero luchador
que encontró gloriosa muerte
en la punta de la lanza del feroz
conquistador…
Es la nobleza extinta
Del imperio Cachiquel;
es la raza de aquel pueblo que dejó
con sangre tinta
la antes clara linfa pura del gran río
Xequijel.
Es el alma de la raza de los grandes
sacrificios,
triunfadora en mil combates,
triunfadora
hasta el día en que los teules
con engaños y artificios,
redujeron a ignominia, a infamante
vasallaje.
Esa raza es la que llora,
que solloza de coraje,
de despecho y de impotencia en la
música salvaje,
en la nota plañidera
del indígena instrumento de teclado
de madera.
Escuchad la sinfonía
de cruel melancolía,
escuchad que sentimiento
el que vibra entre las notas
del indígena instrumento,
nunca ríe, nunca canta;
es el pájaro cautivo que jamás
cantó alegrías,
ni jamás de su garganta
ha brotado más que el lloro
de sus tristes elegías
en las frías
soledades de sus cárceles de oro…
¿Qué le importa a la vencida
raza muerta vuestros dones, vuestra
lengua
que no entiende?
¿Qué le importa que en el nombre
del Dios Bueno, del Dios Hombre
arrasarais sus altares, si para ella es
mudo el cielo,
si es su vida
sólo oprobio, cautiverio sólo
mengua?
¿Qué le importa? Ya no es de ella el
rico suelo
que regaron sus mayores con su
sangre generosa.
¿Qué le importa al indio eso
que llamáis pomposamente
libertades y progreso
si es del amo su cabaña y sus hijas y
su esposa?
¿Qué le importa? Si de aquella raza
libre, brava y fuerte
que sufrió sin inmutarse los
tormentos y la muerte,
habéis hecho, solamente las acémilas
de carga
que se arrastran, tristes, mudas, bajo
peso
de su amargura…
dura suerte…
¡Oh! Dejadla que solloce, que se
queje a su manera,
solamente le ha quedado su marimba
de madera
que le habla de sus tiempos
victoriosos,
de sus templos y palacios de Iximché
y de Copán…
de su rey Kikab el Grande, de su
gran Valum Votán,
de sus héroes de hiero, de sus
épicos colosos,
libres, grandes bajo el sol,
que infundieron pavura,
por su arrojo y su bravura
¡en el ánimo aguerrido del intrépido
español!
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