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Página principal > Columnistas > Discursos de la ambigüedad I
13 septiembre, 2012  |  Por: esQuisses En: Columnistas

Discursos de la ambigüedad I

Rodolfo Arévalo

Había una vez un país en donde se sostenía una tremenda polémica sobre poesía. Suena increíble, pero así fue. En ese tiempo ese pequeño país, sufría una lucha en sus montañas y se trataba de resolver cómo debería ser las leyes y cómo se debería gobernar con más justicia, la guerra era sangrienta pero silenciosa. Bueno, si consideramos esto último, era como muchos otros Estados en la historia de la humanidad, su gente sobrevivía a pesar de las condiciones. Pues en ese país, además, se llevaba una denodada contienda: qué poema era el digno de representar a un instrumento que también tenía su legitimidad a prueba. Para entender el problema hay que decidirnos por los nombres propios de este espectáculo, fue en Guatemala por el año 1978 y el instrumento musical en juego era la marimba. Con artimañas y embelesos de la vana gloria y otras fuerzas gravitatorias, como ganar el favor de un presidente de turno, dar oportunidad a un versificador presto para proponer sus metros, y en el horizonte un monumento de bronce del tamaño de un par de vacas… ¡pretextos!, para poner en funcionamiento público la maquinaria, siempre lista y poderosa, para hablar de la poesía, por no decir del prójimo. Una tarea más peligrosa que la ya ponderada fuerza de la tradición literaria.

Hace 34 años que se llevó a cabo esa discusión y fue recopilada por Mariano López Mayorical, en un libro publicado por la editorial José de Pineda Ibarra, del Ministerio de Educación, 1978. Si bien el trabajo escultórico es del Maestro Rodolfo Galeotti Torres y se ostenta en la entrada de Quetzaltenango, no hay que despreciar el otro bulto de papel que nos trae a la memoria aquella lucha de dos grupos de escritores que pintan una estampa de nuestras desavenencias y desvelos, por omisión muchas veces, nuestra dividida manera de percibir los fenómenos sociales y sobre todo la manera tan especial en que damos la espalda a los problemas, jugamos al avestruz, y la constante de que si usáramos tanta energía aglomerada en esas discusiones, nos comprenderíamos más, y quizá daríamos como acierto, que reírnos de nosotros ha sido, aún a costa de la poesía y la muerte, uno de nuestras características humanas más practicadas.

El inicio de esta muestra de nuestro talante fue la publicación de una propuesta en el diario Prensa Libre el 15 de septiembre de 1977: “33 intelectuales piden que coloquen un poema de Rudy Solares Gálvez en monumento al instrumento autóctono”. En la breve petición, dirigida a un ministro de Comunicaciones y obras públicas se describían los méritos del poema “La marimba”. La primera que era obra de un poeta laureado y su mensaje es “profundamente lírico y nacionalista, es recitado popularmente, especialmente por la escolaridad nacional”. Además en él “se reafirma plenamente la nacionalidad guatemalteca de la marimba, a la par, que exalta los más altos valores de nuestro civismo e historia”.

El 29 del mismo mes llegaba la respuesta del señor ministro donde se aceptaba la propuesta pero agregaba sabiamente, que en el futuro se incluiría otros versos de otros poetas que “exalten la nacionalidad de nuestro noble instrumento autóctono”. De esta manera empezó el zafarrancho y por supuesto la firmaron las tres decenas de intelectuales ligados a la burocracia gubernativa. Esto y cierta inconformidad con la manera de entender la poesía, encendió de inmediato la respuesta: el poeta Julio Fausto Aguilera contestó, en el recordado matutino El Imparcial, mencionando a varios poetas nacionales y aseveró “tienen uno o varios poemas de calidad infinitamente superior al que fue propuesto…”

Imaginemos el resto: un año de imprecaciones, algunas talentosas, otras… no tanto, pero así se logró reseñar un apasionado cuerpo de opiniones que nos dejarán pensando.

Examinaremos de cerca este episodio nacional, mientras la historia se mecía amenazadoramente.

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