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Página principal > Columnistas > Alter ego on line
11 septiembre, 2012  |  Por: esQuisses En: Columnistas, Jorge Carro L.

Alter ego on line

Vacunémonos de mediocres censores y ácaros editores

Jorge_CarroJorge Carro L.

La censura desde siempre es ejercida por mediocres, por tanto no es de extrañar que se intentara ejercerla contra Karla Olascoaga por haber escrito “Crónica de un asesinato anunciado”, cuento ganador del concurso “Construyamos juntos una cultura de Paz y amor”, promovido por el Programa Permanente de Cultura de Paz, de la Procuraduría de los Derechos Humanos de Guatemala.

Karla como escritora, tiene el derecho de escribir en uso de su libertad creativa, sobre el tema que se le de la real gana, cosa que molestó a algunos mediocres inquisidores que suelen pulular en las riveras de Atitlán, como en infinitas ocasiones pululan (en una extraña mezcla de envidia y cuateísmo) en las redacciones periodísticas o entre los “asesores” editoriales.
Pero en este bello paraíso surrealista que vivimos el sol sale a pesar de las amenazas de los censores, tal como lo demostró el Juzgado de Primera Instancia Penal de Nebaj, Quiché, al condenar a 3 años y 8 meses de prisión a Juan Manuel Ralón, vicepresidente de la Comisión de Seguridad de Panajachel, quien el 27 de octubre de 2011 emitió comentarios contra la periodista Lucía Escobar, luego que esta denunciara públicamente ilegalidades de ese comité vecinal. Debo agregar que Ralón reconoció ante la judicatura su responsabilidad en los hechos que se le atribuían.

Regreso al tema de los amenazadores censores, recordando que el escribidor de esta flamante sección o columna o como quiera llamársele en el mundillo en línea, padeció la última vez de la ternura de la censura en Siglo Veintiuno, cuando un obvio mediocre jefacho de las columnas de opinión impugnó una de mis últimas “Sursum corda” (que así se llamó mi sección por años) porque comentaba lo difícil que era escribir una nota cultural en sólo 1500 caracteres cuando el espacio asignado desde casi la fundación del matutino, era de 3500 caracteres. Nota que obviamente finalizaba exactamente en los pinche 1500 caracteres determinados, supuestamente, por la remodelación del diseño del matutino. Semanas después el mismo supino pseudo periodista me despidió también de las otras dos columnas (supuestamente culturosas) que publicaba semanalmente, cosa que venía haciendo rigurosamente desde las páginas de la desaparecida revista Crónica.

Es que el censor o lo que fuera ese pseudo periodista que padeció Siglo Veintiuno, no estaba en condiciones de comprender que no todos los escribientes tienen el mágico don de la brevedad de Augusto Monterroso, de igual manera que no todos los asesores editoriales entienden los textos que se le presentan.
Uno de estos ácaros editores hace unos años rechazó mi no-novela “El Gliptodonte”, no por mala o mal escrita, sino porque no le parecía que los libros que estaban en los anaqueles de una librería pudieran hablar entre ellos, con el mismo lenguaje de los textos que habitan en sus páginas. Hoy esa novela publicada en su primera edición guatemalteca por Artemis-Edinter, verá su versión árabe-marroquí, editada por la Universidad Mohamed V, de Rabat, esa bella tierra que inspiró a Enrique Gómez Carrillo sus crónicas de “Fez, la andaluza”.
“Lo que queda por hacer es mucho. Sólo utópica y esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección. Esta civilización está gravemente enferma y para evitar un desenlace fatídico y fatal, es necesario cambiarla desde dentro de la misma. Ayudar profética y utópicamente a alimentar y provocar una conciencia colectiva de cambios sustanciales es ya de por sí un primer gran paso.”, proféticamente nos advirtió Ignacio Ellacurría, SJ.

 

Concluyo invitándolos a dar ese primer paso: vacunándonos contra mediocres censores y ácaros editores, leyendo el cuento de Karla Olascoaga, “Crónica de un asesinato anunciado”.

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